Ya he
perdido la cuenta de mis noches de insomnio. ¿Qué tendrá esta cama que no me
deja dormir? Todavía no he podido descansar a gusto desde el día que me mudé. Ese
Harry White… No paro de darle vueltas a la cabeza. Es un personaje bastante
curioso. ¿Será el responsable de mi falta de sueño? No paro de pensar en él
desde el día que lo conocí. Recién subí a mi piso, se me fueron ocurriendo
miles y millones de temas de los que hablar. Sin embargo, no dije nada. He
intentado volver a verlo, pero casi siempre que me encuentro con él va
acompañado de uno de esos señores ricachones.
Una noche, lo vi despidiéndose alegremente en la puerta de su casa de un tal Charlie, creo recordar.
Llevaba sólo un polo blanco y unos calzoncillos y, no sé por qué, unas grandes gafas
de sol. Dentro de su casa y por la noche. Cuando me vio, se quitó las gafas, me
tiró un beso y se fue hacia dentro con una amplia sonrisa.
La semana pasada, me lo encontré por la mañana. Venía de mal
humor. Esta vez volvía a ir vestido como el primer día que lo vi, sólo que con
una pajarita blanca y otros extraños zapatos de plataforma, también blancos.
Volvía a llevar gafas de sol, incluso dentro del bloque. Ah, y un gran bolso de
piel de cocodrilo. No sé por qué venía de tan mal humor a primera hora de la
mañana. Yo salía a hacer unos recados cuando me topé con él en la puerta. “Ah,
hola Fred. Lamento no poder charlar contigo, tengo un mal humor horrible y no
podría mantener una educada conversación ni aunque me lo propusiera, así que es
mejor que no mediemos palabra hasta nuevo aviso.” Sólo me soltó eso de corrido
y subió a su casa.
Hace un rato, lo escuché cantando una maravillosa y triste
melodía, acompañado de la sinfonía de su vinilo. Me asomé por la ventana y lo
vi regando las macetas. Solamente llevaba una toalla atada a la cintura y otra
sobre la cabeza. Me extrañó que la de la cabeza fuese mucho más grande que la
de la cintura, pero viniendo de Harry White…
No sé por qué, pero me da la sensación de que es una persona
que sólo vive por la mañana y por la noche. Siempre suelo verlo muy temprano o
cuando empieza a oscurecer. Es una persona misteriosa. Quiero conocerlo, me
llama la atención, estoy seguro de que encierra algo en su interior. No sé lo
que es, pero me atrae ese chico. Tiene algo…
Oigo unos golpes y ruido de platos rotos que me hacen volver a la realidad. Vienen
del piso de abajo. Harry… De un salto, me levanto de la cama y me asomo por la
ventana. Veo la luz de la casa de Harry encendida. De repente, se asoma por la
ventana, mira a ambos lados y sale por la escalera de incendios. Lleva la bata
blanca que se puso cuando lo conocí, y unas gafas de sol negras y doradas. Mira
hacia arriba.
-¡Oh, Fred, gracias al cielo! – Dice a modo de plegaria
mientras se quita las gafas y sube por la escalera hacia mi ventana – ¿Puedo
pasar?
-Adelante – Digo.
Entonces, entra sensualmente por el hueco de la ventana
hacia el interior de mi casa.
-Vaya… Así que esta es tu casa – Dice mientras observa
detenidamente mi cuarto – Es bastante acogedora.
-No es para tanto. Todavía me queda poner mucho orden.
-A mí me gusta. Tiene una decoración muy clásica - Dijo mirando unos candelabros de plata que tengo sobre una mesilla de roble.
-¿Qué ha pasado en tu casa? – Pregunto ofreciéndole asiento
en mi cama – ¿Qué era todo ese jaleo? ¿Y por qué has salido por la ventana?
-La respuesta a tu pregunta tiene nombre y apellido –
Contestó –. Alexander O’Donnell. Vino esta tarde para invitarme a cenar. Hemos
ido a su restaurante favorito. Le dijo a su mujer que tenía una cena de negocios.
Me invitó a cenar un gran solomillo al whisky, aderezado con finas hierbas y
queso fresco. También me ha invitado a vino y cava. Y yo, para agradecérselo,
lo invité a pasar a casa para que se tomase una copa de brandy y luego se
marchara con su mujer. Pero chico, ha sido entrar a mi casa y pegarse como una
lapa a mi trasero. Fui directamente a mi cuarto a cambiarme, porque los zapatos
me estaban matando y yo voy más cómodo con mi bata, y cuando salí… Madre mía,
no me dio tiempo de sacar el brandy. Me encuentro a ese feo y barrigón señor
O’Donnell quitándose los pantalones en mitad de mi salón. ¿Es que siempre uno
tiene que vivir por y para su trabajo? Yo creí que sólo era una cena de amigos,
como otra cualquiera. Pero, parece ser que en esta vida, no puedo tener ningún
amigo.
-¿Y dónde pensabas ir a esta hora?
-A la comisaría de policía. O a casa de una persona muy
querida, el señor Johnson. No sé.
-¿Sigue el señor O’Donnell en tu casa?
-Claro, ya se cansará y se irá. No es la primera vez que me
pasa. Tranquilo, no se va a llevar nada de valor. Y si se lo lleva, creo que incluso
le pertenece. Pero, por la cuenta que le trae, no se va a llevar nada. ¡Já! Se
las vería conmigo.
-Y… Si no es mucho preguntar… ¿Por qué siempre llevas gafas
de sol aunque esté techado? -Dije extrañado, con miedo a que pudiese tomárselo mal.
-Verás… Las gafas de sol, junto a las plataformas, son una de
mis debilidades. ¡Tengo miles de gafas! Creo que en todo un año, tengo para
ponerme un par de gafas de sol cada día sin repetir ningunas. Claro que, la mitad las tengo esparcidas por
casa y no las encuentro. Además de que siempre, en cada bolso, llevo mínimo dos pares de gafas por si acaso. Seguramente que alguna estará metida todavía en las
cajas, en bolsos o las perdería en alguna mudanza o en casa de alguien. De vez
en cuando, van apareciendo por ahí. Un día me encontré un par de gafas dentro
de la cisterna y otro día, dentro del frigorífico. ¿Cómo habrían llegado allí?
Lo malo es que, a la vez que unas aparecen, desaparecen otras y nunca las tengo
todas. ¡Soy un desastre, ya lo sé! Pero, ¿Sabes qué? Lo acepto. Lo acepto y me
encanta. Las únicas que no pierdo de vista son unas de carey que pertenecieron a... Bueno, a una persona que quería mucho y ya no está - Dijo mirando al suelo, escondiendo un gesto de afecto y me pareció ver que le brillaban los ojos.
>> Y, ¿Sabes que es lo bueno de llevar siempre gafas
de sol? Que puedes mirar donde te apetezca sin que nadie se dé cuenta. Siento
que me dan mucha libertad. Siento como si pudiese hacer lo que me diese la
gana. También siento mucha seguridad. Puedo hablar con alguien sin que se dé
cuenta de que no le miro directamente a los ojos. Tampoco ellos me miran directamente porque se
ponen nerviosos al no saber dónde apuntan mis ojos y no saben si muestro
debilidad o no, por lo tanto, me hacen sentir fuerte. ¿Sabías que si una
persona cuando te habla y no te mira directamente a los ojos, demuestra ser una
persona frágil y que se ve inferior a ti, como si tú fueses quién manda?
Comunicación no verbal. También hay que añadirle el glamour que le da a una
persona el usar unas gafas de sol, mientras vaya bien a conjunto con tu ropa y
no desentone. Le da un toque muy elegante y distinguido, por eso yo las uso a
todas horas, esté nublado o techado. Por cierto, ¿Puedo fumar aquí? Necesito un
cigarrillo.
-Hhmm… Como quieras – Respondo.
-¿Tú fumas? ¿Quieres uno? – Dijo mientras rebuscaba el
paquete en los bolsillos de su bata.
-Yo… No, no fumo.
-¿No lo has probado nunca?
-Sí, alguna que otra vez, pero…
-Me gustaría verte fumar – Y se encendió un cigarro – Toma,
dale una calada.
Me pasa el cigarro. Lo cojo, me lo llevo a la boca y…
-No puedo – Respondo nervioso.
-Vamos, sí que puedes – Me anima Harry –. Mira, tú llévatelo
a la boca. Tranquilízate. Y aspira despacio. Es como un suspiro.
Hago lo que me dice. Me llevo el cigarro a la boca. Lo pongo
sobre mis labios. Aspiro despacio y…
-¡Oh, Fred por favor! – Dice Harry sorprendido – ¡Qué
exagerado eres!
Me ha dado un ataque de tos.
-Mira, se hace así – Dice Harry cogiendo el cigarro – ¿Ves?
Ya está, no tiene ninguna dificultad.
Me devuelve el cigarro y vuelvo a intentar fumar. Entonces
aspiro el humo y lo suelto poco a poco.
-¿Ves como no es tan difícil? – Dice Harry más animado –
Ahora, para saber que te ha llegado a los pulmones, échalo por la nariz.
Después de una clase práctica de cómo fumar, Harry se alegró
tanto que lo celebró con un cigarrillo.
-¿No tienes whisky? –Preguntó.
-Mira a ver si en la cocina, quizás…
Seguidamente, se dirigió a la cocina. Al momento, volvió con
las manos vacías.
-Nada. Absolutamente nada. ¿Quieres que vaya a mi casa a por
la botella de brandy? Seguramente el señor O’Donnell ya se haya ido, llevo un
rato sin escuchar ningún ruido.
Sin esperar ninguna respuesta, se volvió a colocar las gafas
de sol y salió de una manera especialmente sexy por la ventana. Yo me tumbé
bocarriba en la cama, pensando. ¿Qué es lo que me acaba de pasar? Me he dejado
dominar por un crío. Siento como si me atrajese tanto su personalidad que
me dejo embaucar de tal forma que no me doy ni cuenta. Siento que su presencia
me influye, me envuelve, siento que no le puedo negar nada. Veo una gran
conexión. ¿Qué tiene ese chico? Es algo como mágico. Puede que ahora entienda a
aquellos señores ricos como el señor O’Donnell. Dios, realmente estoy cansado. Entonces, me
doy la vuelta y me dejo caer sobre la almohada. Se me cierran los ojos,
bostezo… Pero de pronto…
-¡Fred! ¡Fred! –Dijo Harry cuando apareció por la ventana –
¡Ya traigo el brandy! Mira, he pensado que podemos hacer un brindis por… ¡Oh,
Fred, te has dormido!
-No, no –Digo mientras me incorporo –. Estoy despierto.
-¿Puedo sentarme a tu lado, Fred? – Y de nuevo, sin esperar
respuesta, se sentó junto a mí. Llevaba en una mano dos copas impares y en la
otra, la botella de brandy – Bébete aunque sea un chupito – Sirvió ambas copas
con un poco de su contenido y dejó la botella en el suelo. Después de brindar y
beber, dejó las copas junto a ésta –. ¿Nos tumbamos, Fred? Estoy agotadísimo.
Le hice caso y volví a tumbarme como antes, con la
diferencia de que ahora tenía a Harry a mi lado, mirándome a los ojos. Sentía
su calor, su respiración. Cerró por un momento los ojos y se acorrucó en mí.
Volvió a abrirlos.
-¿Sabes? Tienes una mirada preciosa – Dijo –. Me encanta tu
mirada. Tu cara en general. Tienes un cabello bastante sedoso – Me pasó la mano
por el pelo –. Y tienes unos labios…
Acarició mi labio con su dedo. Después, me acarició la
barba. Yo cerré los ojos y me acerqué hacia él. Mi corazón latía tan rápido que
creí que se me salía del pecho. Creo que hacía mucho tiempo que no me sentía
así. Entonces pasó. Me besó. Y le devolví el beso. Creo que era un beso
esperado y deseado. Después del beso, vinieron caricias y abrazos llenos de pasión.
De una manera muy sensual, se quitó la bata y resultó estar desnudo. Nunca
había visto un cuerpo varonil tan perfecto, tan precioso. Parecía una escultura
esculpida en mármol por los mismos Dioses del Olimpo. Su pecho tenía un poco de
vello, el perfecto. Se abalanzó a mí con hambre de deseo carnal y lujuria.
Nunca antes me había sentido así. Nunca antes me habían tratado de esa forma.
Creo que Harry White le ha dado un nuevo significado al término ‘sexo’.
-¿Es la primera vez que haces esto… con un chico? – Me
preguntó al terminar, cuando yo miraba el techo y su cabeza reposaba sobre mi
pecho.
-Sí – Respondí.
-Puedo sentirme halagado – Cerró los ojos, me abrazó y al
momento se quedó dormido. Yo le besé la frente, me di la vuelta y me dormí
también.
A la mañana siguiente, sentí cómo se levantaba de la cama y se sentaba sobre ésta. Vi con los ojos entrecerrados cómo miraba hacia atrás. De un momento a otro, sin previo aviso, se volvió eufórico, como loco.
Se levantó de un impulso de la cama, se puso su bata, recogió sus cosas y se colocó
sus gafas de sol. Parecía entre enfadado y ofendido.
-No me vuelvas a hacer esto, Fred – Dijo –. Es ridículo – Se
acercó a la ventana –. Esas no son formas de tratarme, yo no merezco este trato
– Y salió -. Y, por cierto, follas
demasiado bien para ser heterosexual.
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Dedicado a Sirius, por darme fuerzas e ilusión para continuar la Saga Arcoiris, que ha pasado de ser un sueño a una realidad.
Gracias.