martes, 4 de marzo de 2014

La reina del fantasma.

Cuando ya no hay por la calle nadie decente, camino por las oscuras tinieblas iluminadas por la tenue luz de las farolas que las velas podían dar una noche tan fría como aquella. Me vuelvo a dirigir a aquel antro del que sólo comentan voces de hombres mayores que quieren salir a beber un buen whisky con hielo, a sabiendas de que sus esposas no sabrán de la existencia de dicho local.

Echo un vistazo a la puerta de la calle del Silencio número uno, y llego a una conclusión. Parece ser que gracias a la niebla de la calle, la sala invita a llenarse para que aquellos señores se resguarden del frío de la noche. Sólo entonces, voy en busca de la pequeña puerta que hay atravesando la esquina en una sucia calle sin salida.

Tras la poco elegante bienvenida que me otorgan dada la confianza, me adentro por aquel pasillo bañado por las luces de los camerinos y un calor sobrenatural que me regala el placentero aroma de aquel sitio tan acogedor, penetra por mi cuerpo. Camino entre las plumas, encajes y perlas que me dan la vida hasta el que es mi camerino. Enciendo las bombillas que rodean ese gran espejo dejando ver las estampitas de mi virgen del Rosario y veo el reflejo de un triste hombre cansado en una habitación de paredes rojas adornadas con cuadros de grandes artistas.

Empiezo a desvestirme y me dispongo a elegir la ropa con la que saldré al escenario para, como una noche más, amenizar la velada de aquellos visitantes.

Llaman a la puerta.

-Antonio, ¿Ya has llegado? – Dice la figura de un amigo que se asoma.

- Sí, acabo de llegar – Respondo.

-Date prisa, sales en quince minutos. Rosita no ha venido y tienes que suplirla. Su madre se ha puesto mala y está con ella en el hospital. Yo le he encendido una velita a la virgen de la Salud para que la cuide, pero no creo que la cera quemada ayude a mantener entretenidos a nuestros espectadores de hoy, que son muchos. No veía tantos desde… Desde yo que sé cuándo.

-¿Qué canción cantaba ella? –Contesto mientras empiezo a maquillarme.

-Pues creo que alguna de Estrellita Castro, pero no me hagas mucho caso que tú sabes que yo tengo la cabeza a las tres de la tarde. Pero bueno, que si no te la sabes, no creo que pase nada. Tú les cantas alguna de Concha Piquer o Juanita Reina que tan bien te sabes. El caso es mantener entretenido al personal.

-¿Qué puedo ponerme? Me estás poniendo de los nervios, Amapola.

-Rosario, cálmate, que yo te ayudo –Me dijo mientras empezaba a maquillarme.

-¡Niñas! ¿Todavía estáis así? – Dijo una nueva imagen rechoncha que entraba por la puerta con algo entre las manos que la figura de Amapola no me dejaba ver.

-Pues mira qué plan. ¿Qué traes ahí, Soledad?

-Traigo la peluca de Rosita, la de caracoles, mira qué graciosa está. Seguro que a Rosario le queda genial.

-Anda, déjala ahí y ponte a buscarle un vestido bonito. ¿Qué canción le toca?

-Pues creo que ‘Suspiros de España’, así que tenemos que encasquetarle una peineta bien bonita con dos grandes flores rojas, como el sentimiento español.

-Ay, pero bueno, ya que Rosita no ha venido, vamos a hacer que Rosario se luzca, que Rosita siempre se ponía muy sencillita y no tenía duende.

-Pero es que Estrellita es muy sencilla. No vamos a ponerla como un fantoche y encasquetarle un armatoste para que haga el ridículo.

-Quita, quita, déjamelo a mí. Anda, dame el corsé blanco con encajes negros.

-¡¿El corsé?! Tú no estás buena. ¡Que esa canción representa el sentimiento español!



-Sentimiento español… ¿Tú crees que estos hombres han venido aquí para encontrar el ‘sentimiento español’ o para vernos las tetas? ¡Si la mayoría están casados y prefieren que nosotras les calentemos las mantas!  Pero es normal, comparando aquellas tristes señoras en bata con estas curvas tan maravillosas que Dios me ha dado.

-Ay Amapola, qué tonta te pones. Pero ya no es por eso, es la representación que hacemos de una grande de la música.

-Anda, pues búscame la blusa de terciopelo burdeos con encajes negros y la falda larga, verás cuando le plante la peineta, la mantilla y los claveles rojos lo guapa que va a estar mi Rosario y lo bien que va a representar mi niña ese sentimiento.

-¡Pero eso es de Juanita Reina! ¡Estrellita Castro es de flamenca! Anda, voy a buscarte el traje de gitana de lunares y el mantón.

-¡Pues date prisa, ‘Reina’, que sale en cinco minutos! Y Rosario… ¡Ay, qué guapa estás con la peluca! ¡Tú sí que eres enteramente una reina!

-…Anda que el vestido pesa como él solo. ¡Ay, qué guapa estás Rosario! Anda, mete las patas por aquí que te abrocho y te termino de colocar.

-Las flores se las coloco yo que tú siempre las pones daleadas y parece que la ha vestido una coja.

-Coja… Coja te voy a dejar yo  a ti. Anda, ponle las perlas y los corales y que salga ya pitando.


Después de todo este paripé de mis dos simpáticos y alegres amigos, me dirijo tras bambalinas al escenario y espero a que resuene mi nombre artístico, Rosario Puñales. Tras la explosión de aplausos que me otorga el público, empieza a sonar aquella melodía.

Tras la piel, los huesos y la garganta de un hombre, canta el corazón y un alma rota de mujer.
Siento como si por mi boca entrase cada gota ardiente de whisky que se toma cada uno de nuestros comensales. Siento como todo el mundo me mira y de mí depende el destino de esta noche. Siento como si el tiempo se hubiese parado y sólo yo en esta habitación tengo el poder al interpretar la maravillosa letra de aquel pasodoble español. Siento que mi canción es mi lucha. Siento que estoy demostrando a los hombres que dentro de un hombre hay siempre un trozo de mujer. Siento que si me callo, se calla la libertad.


Seguido de la última marea de aplausos, despido la noche y dirijo a aquel sucio camerino a desmaquillarme. Ya no me parece todo tan real cuando se acaba la farsa. Siempre acabo temiendo este trágico momento.


Las bombillas del espejo alumbran mi suerte además de la mujer que me dio la vida, la misma que estoy borrando de mi rostro otra noche más, tras ella se desmorona mi valentía, la valentía que hay detrás de una mujer, y paso de ser la reina que he sido esta noche para ser el triste fantasma que soy cuando aparecen los rayos de sol.


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