domingo, 18 de agosto de 2013

Merendando tras el arcoiris.

Nunca antes lo había visto llorar. El espíritu fuerte y salvaje que habitaba en él ya no vivía allí. Era un cuerpo totalmente destrozado, sin alegría, gris. Ya de por sí me resultaba extraño volver a verlo una vez más sin maquillaje, pero la última vez no estaba en estas condiciones. Parecía que se le habían agotado las ganas de vivir.

 Estaba tirado en su chaiselonge favorita, boca abajo. Sólo llevaba la una desgastada camiseta de pijama que parece ser que ser que sólo se la ponía en sus días más tristes, pues él no era de dormir vestido y en esa camiseta ya se veían rasgos de haber sido usada en más de una deprimente ocasión.  Al no ser de su talla, era tan grande que no se podía ver si debajo había ropa interior o no, y yo no había ido allí para descubrirlo.
No sé por qué me llamó a mí, teniendo a tanta gente a la que llamar. Me llamó a mí, a su vecino de arriba, con el que tanto había jugado y mareado sin dejarle nada claro. Siempre fui su juguete desde el día que me engatusó hasta el día en el que me di cuenta de lo sucio que podía llegar a ser. Pero, después de todo, fui su mejor amigo. Su único amigo. Y confiaba en mí.

Su casa estaba más desordenada de lo habitual. Él nunca había sido muy amante del orden, pero vivía en su orden desordenado. Ese día, su único orden se había desvanecido. La mesa estaba llena de ceniceros hasta arriba, por el suelo encontré varias cajetillas de tabaco y botellas de diversas bebidas alcohólicas vacías (Entre ellas, tequila y vodka, y recé por que no hubiese mezclado ambas). Del baño procedía un fuerte olor a vómito y su  habitación estaba patas arriba. Su casa había pasado de ser una casa minimalista de catálogo a ser la casa de un yonki.

Como pudo, me ofreció asiento. Se levantó y me miró a los ojos.

-Lo he vuelto a hacer.

Y me abrazó fuertemente mientras rompía a llorar. Olía a sudor, vómito y sangre. Ya no olía a perfume caro de señor mayor (Mejor dicho, mezcla de perfumes caros de diversos hombres mayores adinerados con los que solía mantener sus citas diarias).

-¿Qué has vuelto a hacer? –Dije mientras le miraba directamente a los ojos.

Se puso de pie y se alzó la ancha camiseta. Sí, tenía ropa interior, de marca además. Pero eso no era lo que me quería enseñar. Alrededor de sus ingles, había diversas postillas y heridas. Eran finas y alargadas, perfectamente situadas de forma paralela las unas a las otras. Lógicamente, eran causadas. 

-¿Por qué lo has hecho? –Pregunté serenamente, para no alterarlo más.

-Me he enamorado.

Un sudor frío recorría mi nuca y mis ojos se abrieron como platos. Se me cortó la respiración. Harry, Harry White enamorado.  El hombre que no pertenece a nadie y pertenece a todos, el hombre que decide con quién acostarse y con quién no. Ese hombre, enamorado.

-Sí –Me dijo como si me leyese el pensamiento –, estoy enamorado. Yo estoy enamorado. También soy humano, ¿Sabes? Tengo mis sentimientos y mis emociones. Las he tenido siempre aunque no lo parezca. Lo que pasa es que no quería que nadie se diese cuenta. Lo que todos conocéis de mí es un maquillaje, una máscara para protegerme de la sociedad que te corrompe por dentro. Pero, si no puedes con tu enemigo, únete a él. He estado muchos años oculto tras un personaje que no era yo, mi alter ego, una parodia de mí mismo que se me ha ido de las manos de tal forma que mi auténtico yo se ha reducido a cenizas.

No sé cómo reaccionar a esto. Harry se está desnudando para mí, pero no como solía hacerlo, sino de una forma más personal.

-He tenido miedo de ser yo. Siendo yo, no he sido aceptado. Nunca. Y si lo he sido, ha sido por poco tiempo, tan poco que ni lo tengo en cuenta. Cuando empecé a dejar de ser Darren para ser Harry, mi vida comenzó a cambiar.

¿Darren? ¿Harry se llama Darren?

-Darren Brown –Me confirmó para interrumpir mi pensamiento –. Mi nombre de pila es Darren Brown. Harry manda sobre Darren, sin darse cuenta de que sigue siendo el mismo Darren de siempre, con sus mismos miedos. Yo olvidé eso. Me olvidé de Darren. Olvidé ser yo. ¿Recuerdas que una vez te dije que sólo existen dos tipos de persona: Los que eligen y los que son elegidos? Pues yo soy un elegido que aparenta elegir. Si te das cuenta, yo nunca he dicho que no a ningún tío que se me acercase, pero mi personalidad de diva superficial dice todo lo contrario. ¿Sabes por qué? Porque así siento que Darren ha muerto. Siento que atraigo a alguien, siento que me quieren devorar y que tengo en mi mano lo que desean. Me siento deseado. Nunca nadie ha deseado a Darren, pero sí a Harry.

Se levantó para encenderse un cigarrillo en su larga boquilla negra y plateada y continuó con su historia.

-Viví y crecí en una casa de campo donde me criaron mis tíos, pues yo no era un niño deseado, ni por mis padres ni por nadie. Cierto día me decidí a coger la vida por los cuernos y a enfrentarme a ella cara a cara. Entonces me mudé a la ciudad, cosa que fue muy fácil porque no me dolió a mí ni a los que dejaba atrás. Fue como una liberación. Entonces decidí cambiar mi nombre y mi apellido, porque pensaba que ya no me pertenecían, pues fueron dos cosas que no decidí por mí mismo y ahora era el momento de saber qué hacer con mi vida y de qué manera llevarla. En esos momentos, vivía en un pequeño piso que tenían mis tíos en un sitio céntrico, pero como han sido siempre tan rústicos, nunca dejaron el campo y lo tenían abandonado. Mi tía, que era la única que se preocupaba por mí, se encargaba de darme algo de dinero para mantenerme mientras yo empecé a trabajar en diversos sitios. Recuerdo esa etapa de mi vida como ‘Vivir para trabajar’, pues no hacía otra cosa.




>>Cuando mi tía murió, murió con ella lo único que me quedaba de mis auténticas raíces. Yo siempre creeré que la mató mi tío, pues dos días después, se lo encontraron muerto en el salón. Se suicidó. Y no preguntes por qué, pero tengo la sensación de que fue él. Todavía sigo yendo a visitarla cuando puedo y a dejarle la lápida tan bonita como ella se merece. ¿La de mi tío?, me da igual. Pues bien, con la muerte de mi tía, apareció en mi vida un gran bache del que tuve que salir yo solito. Tuve que irme a vivir con una familia para la que trabajaba para así poder alquilar el piso en el que estuve viviendo y así ganar más dinero.  Hasta que conocí al señor Johnson, un señor muy simpático y adinerado que me ayudó (más bien a Harry) a ser la persona que soy ahora. Él me pagaba por hacerle compañía y me recomendaba a sus amigos, los cuales me daban todos los caprichos habidos y por haber. Ahí fue cuando Harry floreció. Me movía por el mundo del vicio y del glamour. Estaba rodeado de perfumes caros y joyas. Yo era un jovencito con mucha labia y saber estar que sabía hablar de cualquier tema y agradaba a esos señores. Sólo tenía que darles lo que querían y hacer el papel de que me gustaban. Lo demás, lo tenía todo resuelto.

Hizo una pequeña pausa para servirse un coctel. Cogió dos copas impares que estaban por el suelo, las limpió un poco y vertió en ambas el contenido de una coctelera que había en una silla. Volvió a acomodarse con la copa en la mano y continuó.

-Cuando tuve el dinero suficiente, el señor Johnson me buscó este piso, un pequeño piso para mí solo en un sitio más céntrico que el anterior, con pocos vecinos para poder hacer mis fiestas de encuentro con los chicos más ricos de América sin apenas molestarlos. ¿Recuerdas la primera vez que asististe? Estabas asustado. Me parece que ese día fue el que un marine se enfrentó con un bombero y me tuve que escapar por la ventana del baño porque al señor Steven le daba miedo los ruidos fuertes y esa noche tenía pensado servirme de sus dotes para pasar el rato. Oh, claro que fue ese día. Cuando volví, tú estabas hablando con el señor Marshall e hicisteis buena amistad.

-El señor Marshall es un pesado –Dije al escuchar ese nombre, sin pensarlo –. Le odio.

-Yo también le odio. Pero sólo le odio cuando se bebe. Chico, qué hombre tan pesado. Me sé sus hazañas jugando al croquet de memoria. Y creo que la mitad de sus cacerías son inventadas. Me han dicho que apenas sabe montarse en el caballo, y con ayuda. Yo sigo sin entender esas tradiciones inglesas de jugar al croquet e irse de caza a caballo. No le veo ninguna diversión.

-Yo tampoco, parece del siglo pasado.

-Volvemos a coincidir en algo. Oh, Fred, realmente somos muy parecidos tú y yo. No sé qué haría sin ti.

-Todavía no me has contado tu enamoramiento.

-Cierto, pero primero quería que supieses mi historia para que así lo entendieses todo mejor.

Me da la sensación de que eso no es del todo así, sino que necesitaba decírselo a alguien para desahogarse después de tantos años oculto. Volvió a encenderse otro cigarrillo.

-Pues todo comenzó con una de mis últimas fiestas de solteros de oro, que recuerdo que vino el señor Johnson después de mucho tiempo sin aparecer.  Esa noche tuve otra sorpresa: Alfred, un chico de 22 añitos recién cumplidos con ansias de deseo. No sé cómo llegó hasta allí ni quién lo había invitado, pero para mí fue como un ángel caído del cielo. Era un chaval que sólo buscaba ir de flor en flor sin ninguna intención de encontrar el amor ni nadie que lo ate. Un Harry White sin ningún Darren Brown que ocultar. Esa noche lo invité a pasarla conmigo. Después escaparnos de la fiesta, fuimos a dar vueltas por toda la ciudad. Recuerdo que yo llevaba unas plataformas blancas y un fular de marca a juego con la pajarita. Estuvimos toda la noche riendo y hablando como dos adolescentes enamorados. Vimos juntos el amanecer. Días después, volvimos a quedar para tomar unos cócteles y así fue pasando el tiempo. No llegamos a mucho, la verdad, las ilusiones me las hice yo solo. Él no me prometía nada, fui yo el que se enamoró de él y de su indiferencia. Todo empezó a olerme mal cuando comenzó a fijarse en algunos de mis anteriores conquistas y me iba diciendo que tenía ganas de hacer una serie de cosas con ellos que a mí ni me insinuaba hacer. Pero lo peor estaba por llegar. Anoche, como de costumbre, fui a visitar al señor Johnson a su casa. Cuando llegué, la puerta estaba encajada. Claro, me asusté, pues ya es un señor que está mayor y le tengo mucho aprecio. Entonces entré, pobre ignorante de mí, y voy yo con el cuerpo cortado y un susto que me recorría toda el alma y abro la puerta de su cuarto. Me encontré la impactante imagen del señor Johnson desnudo con Alfred enganchado a él por detrás dándole duro.
>> Créeme, fue algo traumático para mí. La persona que me sacó de aquel mundo de barriobajeros y muchedumbre y ha hecho que sea lo que ahora soy tirándose al chico que me gusta. Y no creo que haya sido por su propia voluntad, sino que Alfred le convenció. Claro que yo sé que el señor Johnson ha tenido sexo con más personas y a mí no me ha importado, pero esto ya era demasiado sobrenatural. Estamos hablando del chico que me gusta. No, no sólo el chico que me gusta, sino el chico que me tiene loco. ¿Sabes por qué? Porque es la persona que yo siempre he querido ser sin tener que ocultar otra. No quiero decir amor porque es ya un término mayor, pero puedes imaginarte más o menos de qué van las cosas. Pues ese mismo chico, esa pequeña zorra escurridiza que me utilizaba para tener mis contactos y ligarse a mis ligues y tirarse al señor Johnson, que para mí es como si fuese mi segundo padre. Lo más repugnante de ese chico fue que, después de todo, me dijo que yo no era su tipo. Maldito cabrón.

No sé qué decir en este momento. Claro que esa escena debió ser frustrante y que lo ha tenido que pasar mal, pero no sé qué palabras decir para animarle. No sé si tengo que criticar a Alfred o decir que el pobre señor Johnson no tenía la culpa de nada. Entonces me levanté y fui a abrazarle. Él me devolvió el abrazo y cerró los ojos. Y me besó en el cuello. Sonrió.

-¿Y por qué me he enamorado de semejante mamarracho y nunca antes me había enamorado de ninguno de aquellos señores mayores? - Dijo alzando la cabeza, que tenía apoyada en mi hombro - Pues porque aquel hijo de puta era un monumento griego y me daba un morbo que los demás no me daban. Y ese morbo ha acabado rajándome. Ahora, por culpa de ese pedazo de mamón, estoy tirado aquí, hecho una mierda y llorando. Yo, Harry White llorando por un tío. Yo, que me he acostado con los hombres más importantes de América y los que me quedan por probar. ¿Qué vivo en una mentira? ¿Y qué? Así soy feliz. El fin del ser humano es encontrar su propia felicidad, ¿Verdad? Y yo he pasado de ser una rata de alcantarilla a una joya deseada. Esa es mi propia felicidad. Pero no he de olvidar al viejo Darren y aprender de mis errores del pasado para no volver a cometerlos en un futuro. Voy a ser un Harry White con un poco más de Darren Brown. ¿Y sabes qué? Me voy a levantar, me voy a duchar y me voy a poner mi mejor ropa, la más cara y voy a salir a la calle a comerme el mundo. Y que les den por el culo a los demás, que le den por culo a Alfred. Él va a perder más que yo. Él no es un Harry White, es sólo una parodia de Harry White que nunca llegará a ser como él. Porque Harry White es único e inimitable. Esta noche te invito a cenar, Fred. Sólo tú y yo. 

Y se levantó de un salto. Ya se le había desvanecido toda la tristeza. Se había ayudado a él mismo, sólo le hacía falta alguien a quién contárselo y desahogarse. Yo no hice nada. Seguía sin saber qué decir, sucedió todo demasiado rápido y estaba sin palabras.


-Te quiero mucho, Fred –Me dijo al oído mientras me abrazaba –. Gracias por todo. 

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